domingo, noviembre 21, 2010

Percepción de Dougy...


Algunas flores sólo viven unos cuantos días;

todo el mundo las admira y las quiere,
como a señales de primavera y esperanza.
Después mueren, pero ya han hecho
lo que necesitaban hacer.



jueves, noviembre 18, 2010

Fibra exiliada



Existe una pequeña tienda al final de la calle donde las prendas no se dejan vender, se quedan adheridas a los maniquies, aferradas a las perchas, asidas a las estanterías, bien sujetas unas a otras con su fibra textil. Cuando paso por delante del escaparate miro el interior pero nunca entro en el establecimiento, una vez lo hice y me dio pena ver en ellas el temor al exilio.


Texto: Bohemia
Foto: Sufisionofyellow



viernes, noviembre 12, 2010

Ex - presión númerica...



S0y una negada para las matemát1ca2,
los númer02 s1empr3 me ba1lan, y y0,
en lugar de 0rgan1zarl02 y calcularl02
me +sum0 a su danza y me mult1pl1c0
en fel1z 1gnoranc1a...


Texto: B0h3m1a
Imagen: Ra++a++ar+

lunes, noviembre 08, 2010

Frío...


Desde pequeña me gustan los días nublados,
que la ceniza del cielo le de sombra a mis ojos,
que el aire frío me golpee en la cara como una tarta de merengue helada,
que los dedos hagan nido dentro de los guantes,
que las hojas formen una crujiente alfombra bajo mis pies,
que mi manta sea mi aliada en las noches frías,
que la lluvia me acompañe tras de los cristales...

Me dijiste que soy lo suficientemente cálida
para que me guste el frío...



Texto: Bohemia



lunes, noviembre 01, 2010

Los domingos de mi infancia...



Los domingos de mi infancia eran pausados, las horas se estiraban igual que la masa de los churros que mi madre nos preparaba, y con la cual conseguía que salieramos de la cama en estampida y con una sonrisa en la boca. Sonrisa que tras el desayuno acababa chocolateada.

En los domingos de mi infancia se sacaba al exterior lo mejor de uno: los zapatitos nuevos de charol, el abrigo de paseo, la ropita arreglada de los domingos, bien peinaditos y perfumados el día en que, sin liturgia, la semana ponía su punto y final.

Los domingos de mi infancia olían a pucheros, todas las casas aledañas bullían con sus ollas express musicales y siseantes, en todas las casas vecinas, al igual que en la mía, se adivinaba un buen plato de sopa caliente sobre la mesa y probablemente, de segundo, ensaladilla.

Los domingos de mi infancia tenía tardes con olor a pan tostado, aunque a veces la merienda también se vestía de gala y entonces, aparecía como de la nada, una caja de galletas con un surtido envuelto en papeles brillantes como dulces regalitos. O una caja de galletas Napolitanas, que por aquel entonces, eran gigantes, más grande que mi cabeza o una latita de pastas danesas con su rico aroma a mantequilla. Y si no había galletas mi madre preparaba una tarta de chocolate o un pastel de zanahoria y coco para endulzarnos la jornada. Esos pequeños detalles hacían de esas tardes algo especial y diferente.

Los domingos de mi infancia a veces eran aburridos, parecía que el mundo se había detenido, todo estaba cerrado, estático, sólo yo en movimiento. Los domingos engullían a los niños de mi entorno, que misteriosamente desaparecían, mi imaginación y yo entonces nos dábamos la mano y nos acompañábamos mutuamente. Las tardes tenían un color plomizo y de fondo, en el patio, se escuchaba en la radio el Carrusell deportivo.

No me gustaban los domingos, o eso pensaba, porque cuando el despertador sonaba temprano al día siguiente, me daba cuenta que aún me gustaban menos los lunes.


Texto: Bohemia